martes, 28 de febrero de 2017

GALGOS


Te los puedes encontrar estos días por los caminos, por las carreteras o por los campos. Vagabundos, desnortados, asustados. Ya no corren, sólo caminan, despacio. Quizás te miren, y entonces podrás ver cómo vierten por sus ojos una desolación infinita. Luego seguirán andando, hacia ningún sitio. Por el día y por la noche, entre la negrura que supura un cielo frío y crecido, aún de invierno. 

sábado, 18 de febrero de 2017

EN SU CABALLITO DE OLAS


El niño llegó. Al final, llegó a la playa, con sus ojos de agua abiertos a la luz fría del amanecer. Su madre, no. Según contó un superviviente, ella se hundió, y se quedó enredada entre las algas y los corales, en las geografías, sumergidas, del mar. Pero el niño, pequeño, liviano, flotó sobre las olas, empujadas por las brisas del sur y el aliento de África. Y llegó a su destino, a una playa de Cádiz, al amanecer. Por eso lo envolví enseguida en la manta amarilla, para protegerlo del frío de la madrugada. Luego apareció el juez, el forense, más policías y la ambulancia, que se lo llevó, silenciosa. Y, cuando me quedé solo, fijo en las olas que habían traído al niño, lloré. De pena y rabia.

Y ahora, todos los domingos llevo flores a un nicho sin nombre, sólo con la inscripción de un número y una fecha, en la que arribó a la playa el niño que lo habita, en su caballito de olas, navegando hacia su destino, empeñado en llegar a donde decía su madre, viuda de una guerra incesante, que había libertad y comida. Y llegó con sus ojos repletos de agua, muy abiertos a la luz fría del amanecer.

Francisco de Paz Tante 

domingo, 5 de febrero de 2017

LA BIBLIOTECA AMBULANTE


Durante aquellos años transitaba con la biblioteca rodante por unos pueblos ya despojados de gente y de futuro, ahora abandonados bajo la hojarasca de un otoño definitivo.
  Y de quien más me acuerdo, cuando rememoro mis viajes con la biblioteca nómada, por aquella geografía de la desolación, es de un viejo que siempre me esperaba sentado junto a la caseta de la parada del autobús, ya en desuso y podrida.

viernes, 3 de febrero de 2017

UN RICTUS DE TRISTEZA ENCENDIDO DE CARMÍN


A ella le gusta pasear por las plazas y calles de la ciudad vieja, mientras vierte por la mirada la pena fósil y el descreimiento que ya le provoca la vida en estos años de la edad tardía. Son los mismos sitios por donde empezó a mostrarse en los albores de su juventud. Entonces llevaba minifalda y tacones, y un escote de vértigo que arrimaba con descaro y lujuria a quienes quisieran tratar con ella. Todavía ahora, ya con el rostro ajado por la mala vida, los ojos turbios de rímel y un rictus de tristeza encendido de carmín, acepta dinero, o invitaciones a tabaco rubio y a vino blanco, a cambio de las caricias que brotan de sus manos adiestradas en el gozo crecido y derramado del deseo.

CIGÜEÑAS

Hoy, día de San Blas, evoco aquellas cigüeñas de mi infancia, y de mi literatura:
Y ahora me veo otra vez con los ojos asombrados de un niño, mirando la torre de la iglesia, hacia el nido que siempre estuvo allí, en lo más alto. Miro porque ya han llegado las cigüeñas, y pronto empezarán a crotorar y a inundar con sus ruidos de castañuelas esos días en los que ya se intuye la primavera en los campos.