domingo, 5 de febrero de 2017

LA BIBLIOTECA AMBULANTE


Durante aquellos años transitaba con la biblioteca rodante por unos pueblos ya despojados de gente y de futuro, ahora abandonados bajo la hojarasca de un otoño definitivo.
  Y de quien más me acuerdo, cuando rememoro mis viajes con la biblioteca nómada, por aquella geografía de la desolación, es de un viejo que siempre me esperaba sentado junto a la caseta de la parada del autobús, ya en desuso y podrida.

  Cuando subía al bibliobús, antes de elegir otro libro, siempre me hablaba con entusiasmo del que había leído ese mes. Desde que descubrió la literatura de los hombres del campo y de los pueblos, eran aquellas obras las que siempre me pedía, sobre todo las novelas de Miguel Delibes.
   Me decía que él era un personaje más de aquellos libros, en los que se lee la vida de los campesinos, sus afanes, soledades y tristezas. Y me contaba que en aquellas páginas estaban los recuerdos de su propia vida a la intemperie, los de las brasas del verano, y, sobre todo, los del  frío del invierno, ya grabado en la memoria y en los huesos. Era aquel frío que, mientras trabajaba, le calaba el pellejo y ahondaba en la piel con su escozor de escarcha. Un frío que germinaba en los sabañones, de continuo picando y escociendo en las manos durante todo el invierno. Una brisa de nieve en la que se entreveraba la desolación que siempre deja el aliento de la pobreza.
 Uno de aquellos viernes de visita, me sorprendió su ausencia en el sitio habitual donde siempre me esperaba. Entonces supe que el último lector de aquel pueblo ya nunca acudiría a la cita que tenía con los libros nómadas. De modo que busqué en la ficha su domicilio.
  Cuando llegué a su casa, y vi la puerta entreabierta, por donde enseguida escaparon unos aleteos espantados, supe que él ya sólo estaba en la memoria de quienes quisiéramos preservarlo del olvido.
 El alcalde del pueblo vecino, mientras unos lectores buscaban entre las baldas, me dijo que, cuando lo encontraron, tenía un libro entre las manos, con una nota para mí: “Este libro es de la biblioteca ambulante. Devolvedlo. Para que otros, como yo, no se mueran tan solos.”

        (Del relato ganador del XV Certamen de Relato Breve "Torreón de San Román")