martes, 2 de enero de 2018

EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE LA EDAD TARDÍA

Él ya había visto la película, por eso, cuando su vecina lectora acabó y devolvió el libro titulado “Desayuno en Tiffany´s”, lo sacó, para recordar de nuevo a la mujer, aún adolescente, de la que se enamoró en su juventud, que tenía aquella misma mirada grande y seductora con la que Audrey Hepburn llenaba la pantalla.
Aquel sueño de juventud enseguida se rompió, cuando ella se fue con su familia a otra ciudad lejana. Y él siempre se acordaba del día en que se marchó, y a veces le daba por calcular el tiempo que ya duraba la separación: sesenta años, dos meses y quince días, echó la cuenta aquella tarde en que se adentró en las páginas de un libro que contaba la historia de una mujer que se parecía a ella. 
Luego, su vecina lectora se percató de que él tenía la misma novela que ella había dejado antes. Por eso lo observó con interés y atención, pero sin hablar, manteniendo el silencio que se imponía en aquella sala de la biblioteca pública.
Y así fue cómo iniciaron, sin el ruido de las palabras, aquella comunicación sólo a través de las miradas y de las lecturas; de los libros, que primero leía ella, y luego sacaba él.
Un día vio entre las manos de su vecina lectora la novela titulada "El amor en los tiempos del cólera", de García Márquez, aquella historia de amor recordado a lo largo de toda una vida, siempre pospuesto, del que solo disfrutan al final, ya en los tiempos de la edad tardía. Cuando ella acabó de leer el libro, lo devolvió y esperó a que él lo cogiera. Entonces la bibliotecaria nunca guardaba los libros que entregaba ella, sólo esperaba a que llegara él, para apuntárselos.
 Y al volver a su sitio con la novela que ella había dejado, él notó enseguida una novedad en su vecina lectora. Estaba sentada, como siempre, en la mesa del al lado, pero no leía, no había cogido ningún otro libro. Se miraron entonces, él con extrañeza, y ella con la expresión de quien sólo espera. 
Al día siguiente, ya en su mesa habitual de la biblioteca, mientras avanzaba en las escasas páginas que le quedaban, después de toda una noche de insomnio y lectura, observaba que ella seguía sin libro, como esperándolo, con una mirada que aquel día parecía impregnada por los brillos apagados de una contumaz nostalgia.
Cuando lo terminó, llevó el libro al registro, para su devolución, mientras ella, en esta ocasión, lo acompañaba, en silencio. 
Luego se dirigieron hacia la salida de la biblioteca, aún juntos, todavía callados, mirándose a veces, con emoción, mientras él creía encontrar de nuevo en aquellos ojos, ya achicados por las arrugas del tiempo, los brillos de una mirada grande, como la de Audrey Hepburn.
Ya estaban en la calle cuando, al final, ella habló:
—Te estaba esperando —le dijo. 
—Y yo a ti —respondió él—. Desde hace sesenta años, seis meses y cuatro días, con sus noches. 
Francisco de Paz Tante

(Fragmentos del relato “El amor en los tiempos de la Edad tardía”, ganadora del certamen “Puente Zuazo”, 2017, de la Academia de San Romualdo, en San Fernando, Cádiz)


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