Algunas noches siente su presencia al borde de la cama. Otra vez. Como antes. Y siente de nuevo el roce de su mano, su caricia en el pelo, algún beso. A veces le cuenta cómo fue el gol que metió en el último partido, al que lo acompañó mamá, porque a él no le tocaba, no era su sábado alterno. Luego, al despertar, persiste la realidad de la separación, de su ausencia, en la casa y en su vida.
Esta noche también ha sentido, otra vez, el cobijo de su mano, su mano grande, mientras caminan y le cuenta, de nuevo, cómo fue el último gol del sábado alterno en que él no estaba. En la mesilla está el regalo que tiene preparado para el día del padre: un dibujo con su sueño.
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