domingo, 15 de enero de 2017

LA RADIO



Delfina se sentaba todas las tardes junto a la radio a hacer punto y a oír los discos dedicados. Aquel aparato tenía para ella una cualidad de animal de compañía. Incluso en los inviernos lo tapaba por las noches, para preservarlo del frío. Cuando sonaban las canciones de Antonio Machín, eran los momentos álgidos de la emoción, sobre todo si oía “Espérame en el cielo”, aquel bolero de tristeza y luto, inalterado en su memoria y en sus melancolías viejas desde que lo bailó con Melecio, en unas fiestas patronales, la noche en que se hicieron novios, mientras oían aquella canción en directo, con la emoción de asistir a un prodigio salido de la radio, en la voz melodiosa del negro Machín. 
Enviudó pronto. Y, cuando la enfermedad se llevó a Melecio, Delfina puso encima de la radio un paño negro. Y las dos, la radio y ella, mantuvieron el luto durante un año. Luego le dio voz de nuevo al aparato, para sentarse a escuchar por las tardes los programas de discos dedicados. Y, cuando oía a Machín interpretar “Espérame en el cielo”, ella lo acompañaba con su voz, ya afectada por unos matices de pena, como una contumaz tristeza agarrada para siempre a la garganta.