Las formas tan distintas de entender la vida, las frecuentes discusiones, aquellas diferencias que al principio poco importaban, fueron las que, al final, acabaron carcomiendo la ilusión y las ganas de seguir juntos. Luego, la búsqueda ingenua de culpabilidades acabó enturbiando aún más el horizonte de nuestra vida en común. Y después llegó el silencio, la terrible mudez en pareja, que esquilma todo y apaga los últimos rescoldos de la ilusión. Hasta que ella, más valiente, decidió que había llegado el momento de la separación. Y a mí ya sólo me quedaron las lágrimas negras de la ceniza y la desolación.
LÁGRIMAS NEGRAS