domingo, 22 de enero de 2017

BOLEROS

La vida entera, decía ella que estaba en los boleros. Todas las ilusiones y emociones de la vida compartida, deseada, consumida entre los dos. Sus alegrías y tristezas. Y a nuestro bolero, el que, al principio, bailamos y vivimos con el gusto creciente del amor, como una turgencia pasional que estallaba en la deflagración del deseo, aún le faltaban las lágrimas negras del desamor y el adiós. 

Las formas tan distintas de entender la vida, las frecuentes discusiones, aquellas diferencias que al principio poco importaban, fueron las que, al final, acabaron carcomiendo la ilusión y las ganas de seguir juntos. Luego, la búsqueda ingenua de culpabilidades acabó enturbiando aún más el horizonte de nuestra vida en común. Y después llegó el silencio, la terrible mudez en pareja, que esquilma todo y apaga los últimos rescoldos de la ilusión. Hasta que ella, más valiente, decidió que había llegado el momento de la separación. Y a mí ya sólo me quedaron las lágrimas negras de la ceniza y la desolación. 

Francisco de Paz Tante

                                                     LÁGRIMAS NEGRAS