jueves, 15 de junio de 2017

VIAJES CRECIDOS

Por las tardes, me estremecen las caricias de su mirada, el hálito de su sonrisa tan próxima y su olor a ella. En las mañanas percibo su aroma más húmedo y excitante, en silencio, muy arrimados. Luego, al final del viaje, caminamos juntos hacia la puerta de salida, y allí nos decimos adiós. 
 Algunas tardes, cuando nos reencontramos, si estamos solos, para prolongar el viaje, yo pulso el botón del final, mientras siento la brisa de su sonrisa y los efluvios del deseo. Luego descendemos al tercero, en el que vivimos, ella en el A y yo en el C, donde volvemos a la aridez de nuestra vida cotidiana y real; ella junto a un marido empeñado en remover las cenizas de una pasión pretérita, ya arrasada por la rutina y el cansancio que provocan los baldíos intentos de reinventar los sueños gastados; y yo junto a una mujer infiel, harta de vivir entre los escombros del desamor. Los dos permanecen ajenos a nuestros breves viajes verticales, crecidos, en los que rebrotan las emociones de la seducción y de nuevas ilusiones, como recién estrenadas.

Francisco de Paz Tante 



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